Un cíclope cuenta suspiros,
servicial, anota partos, poesía;
dócil, registra todas las utopías;
sumiso señala y ataca,
cobarde, parpadea su ojo solitario,
observa dentro,
analiza la letra,
desordena pensamientos,
estudia los pasos, los besos,
los fracasos, los trofeos.
Es un monstruo sin talento,
un solo ojo colosal,
un esclavo que vigila,
es una pupila
que sin cesar nos mira
y mirándonos,
nos envidia.
* * *
Y quien al ojo vigila,
quien mes a mes lo recompensa,
no se ruboriza
ni tiembla,
desde sus tribunas
dan cuerda a su mirada,
lo hostigan con su vara única,
lo castigan, lo asedian.
No imaginan que cerca
otro ojo solitario,
otro ojo de lento parpadeo,
otro ojo descomunal
acecha también al vigilante que vigila.

A principio de los 90 durante un juicio a dos feministas, las afectadas, declararon que sus actividades privadas estaban siendo espiadas. El juez citó a un técnico de la compañía telefónica British Telecom, que descubrió la existencia de un programa de ordenadores capaz de escanear simultáneamente 100000 comunicaciones por segundo y declaró que el GCHQ- organismo de inteligencia dependiente del ministerio de exteriores interceptaba las comunicaciones desde un satélite mediante redes de fibra óptica. El gobierno británico contactó con el magistrado que declaró el testimonio secreto “porque afectaba a la seguridad nacional” y prohibió usarlo en el juicio.

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Datos de la autora

Silvia Delgado Fuentes, España, 1968 | Nació en un pueblo de la rioja alavesa, desde entonces hasta ahora, es nómada de pieles y geografías. Difunde sus versos en montajes que realiza alternando texto, música e imágenes. Es autora de los siguientes libros de poemas: “Ángeles cotidianos”, “Y que hablen en mis palabras”, “No está prohibido llorar con los supervivientes”, “Las cuarenta chimeneas del infierno”, “Canción inútil para Palestina” y “Nanas de rodillas”.