Náufragos repudiados
sobreviven en medio del mar.
Cuentan cicatrices
mientras esperan el salvoconducto
que les permita trabajar.
Nada que perder
migajas por ganar.
Aguardan, a la deriva,
masticando piojos,
bebiendo orina..
Son parias ofreciendo
sus vidas.
Pero aún así,
ni por sus jóvenes dedos,
ni por sus vírgenes sexos,
ni por sus niños sanos
autorizan el visado
que les permita besar tierra firme.
Envejecerán mirándose las manos,
envejecerán si son afortunados,
envejecerán si les rompen los candados
o morirán,
simplemente, observando la orilla
y los sembrados.
No muy lejos,
los funcionarios se niegan a redactar
permisos de entrada
hasta que los supervivientes
pierden la calma
y se arrojan, moribundos, al agua.

El portacontenedores noruego Tampa, después de acoger 460 náufragos afganos, filipinos y srilankeses planeaba hacer escala en Australia para dejarlos allí pero el gobierno australiano, amparado en el argumento de que ello crearía precedente ordenó que siguiera la ruta, incluso impidió a Cruz Roja subir a bordo para atender a los refugiados.

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Datos de la autora

Silvia Delgado Fuentes, España, 1968 | Nació en un pueblo de la rioja alavesa, desde entonces hasta ahora, es nómada de pieles y geografías. Difunde sus versos en montajes que realiza alternando texto, música e imágenes. Es autora de los siguientes libros de poemas: “Ángeles cotidianos”, “Y que hablen en mis palabras”, “No está prohibido llorar con los supervivientes”, “Las cuarenta chimeneas del infierno”, “Canción inútil para Palestina” y “Nanas de rodillas”.