Sus plegarias fueron generosas,
la letanía se interrumpió con el primer disparo.
Nunca más hubo silencio.
La sangre retumba,
el dolor gime,
la muerte embauca a los niños,
los araña y mordisquea,
muertas las víctimas,
muertos los ejecutores que caminan.
Muertos los que se benefician.
Aúllan entre oraciones
las bocas ejecutadas.
Aúllan en la espesura,
la rabia, la injusticia.
Aúllan porque si callan,
si embalsaman la palabra,
sus vidas habrán sido
sólo polvo o ceniza.
Por eso aúllan en la espesura,
y llueven quejas y alaridos
y siembran memoria a gritos
y arrancan malas hierbas
y vuelan pájaros sobre las sepulturas
de los campesinos,
pájaros de azules pechos,
pájaros de horribles trinos,
pájaros eternos,
asesinos de olvidos.
Pájaros inmensos
de ensordecedores graznidos.

El 22 de diciembre de 1997 un grupo armado atacó a los pobladores de la pequeña comunidad de Acteal, México, mientras rezaban en su iglesia. Ellos sabían que serían atacados y su única respuesta fue orar por el perdón de sus asesinos. La mayoría fueron asesinados por la espalda. Había mujeres y niños, quienes no sólo perdieron la vida, sino que además fueron ultrajados y destrozados en muchos casos.

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Datos de la autora

Silvia Delgado Fuentes, España, 1968 | Nació en un pueblo de la rioja alavesa, desde entonces hasta ahora, es nómada de pieles y geografías. Difunde sus versos en montajes que realiza alternando texto, música e imágenes. Es autora de los siguientes libros de poemas: “Ángeles cotidianos”, “Y que hablen en mis palabras”, “No está prohibido llorar con los supervivientes”, “Las cuarenta chimeneas del infierno”, “Canción inútil para Palestina” y “Nanas de rodillas”.