Las cerraduras están oxidadas,
las llaves cuelgan de las fronteras,
por el mar vienen mujeres, niños, hombres.
Caminan sobre el agua
con pies descalzos.
En sus melenas esconden semillas de lejanas guerras,
que se agitan como si fueran banderas.
El mar tiene memoria y se asusta.
Nunca antes la diáspora la sufrieron tantos pueblos.
No sólo el agua los separa,
náufragos de todos los sitios
aguardan a la deriva,
sólo obtienen, de la fortaleza, aceite hervido.
Un poco pan es lo que piden,
Un techo y algo de abrigo.
Sólo quieren vivir en un mundo
que no les pidió permiso.
Sólo quieren pisar tierra firme.
De nada les sirve,
las leyes están para inventarlas,
para construir con ellas
murallas muy altas
y todos esos seres, incapaces de multiplicar peces,
son expulsados del paraíso como si fueran mercaderes
y en nombre de no sé qué se les niega harina y lástima
y en nombre de no sé qué indignas patrias,
sordos a las aldabas,
dan la espalda a la justicia
cerrando países
y tirando las llaves al agua.

Cada año, Italia, expulsa o prohibe la entrada a miles de ciudadanos extranjeros, algunos de los cuales son solicitantes de asilo, alegando entrada ilegal, intento de entrada ilegal o residencia ilegal. Muchas de estas personas, mientras aguardan su expulsión, permanecen privados de libertad en “centros de acogida y estancia provisional”, a veces por periodos de hasta 60 días. El informe de AI detalla alegaciones sobre agresiones físicas y sobre el excesivo uso de drogas tranquilizantes suministradas a personas que se encuentran en centros de detención temporales. los centros de detención están a menudo abarrotados, son antihigiénicos y la atención médica es pobre. Muchos de los detenidos experimentan grandes dificultades para acceder al proceso de determinación de la petición de asilo así como para cuestionar la legalidad de las órdenes de expulsión.

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Datos de la autora

Silvia Delgado Fuentes, España, 1968 | Nació en un pueblo de la rioja alavesa, desde entonces hasta ahora, es nómada de pieles y geografías. Difunde sus versos en montajes que realiza alternando texto, música e imágenes. Es autora de los siguientes libros de poemas: “Ángeles cotidianos”, “Y que hablen en mis palabras”, “No está prohibido llorar con los supervivientes”, “Las cuarenta chimeneas del infierno”, “Canción inútil para Palestina” y “Nanas de rodillas”.