Llegaron las huestes del dios barbudo y blanco.
Nada cambia con los años.
De la espada al rifle de asalto
sólo 500 años.
Del robo del oro
al robo del gas
cinco siglos,
nada más.
Llegaron las huestes del dios barbudo y blanco
para sobornar a los de siempre
pero el pueblo no se quedó mirando.
“No hay trabajo,
no hay comida,
no hay escuelas ni hospitales
y vienen a llevarse
la última de nuestras propiedades.”
Los asesinos de tez blanca
creyeron que les callaría el hambre,
que no tendrían fuerza
para levantar el puño
y enarbolar las quejas.
Se equivocaron.
Salieron todos a la calle
formando un ejército,
marcharon coléricos
a reclamar a sus gobernantes.
Los genocidas pensaron
que podrían mantenerlos
eternamente arrodillados.
Y otra vez se equivocaron.

Durante los años 80 y 90 el FMI recomendó a Bolivia que redujera el gasto público y que privatizara las empresas estatales. Vendió petróleo, telecomunicaciones, líneas aéreas, electricidad y ferrocarriles. En 1977 presionó para privatizar el agua.
El último recurso que gestionaba el estado, el gas, ha provocado las iras del pueblo. La pobreza y la exclusión son la otra cara, la oposición a la venta del gas fue sólo una “excusa” para reclamar por la desigualdad social.

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Datos de la autora

Silvia Delgado Fuentes, España, 1968 | Nació en un pueblo de la rioja alavesa, desde entonces hasta ahora, es nómada de pieles y geografías. Difunde sus versos en montajes que realiza alternando texto, música e imágenes. Es autora de los siguientes libros de poemas: “Ángeles cotidianos”, “Y que hablen en mis palabras”, “No está prohibido llorar con los supervivientes”, “Las cuarenta chimeneas del infierno”, “Canción inútil para Palestina” y “Nanas de rodillas”.